lunes, 26 de abril de 2010

Verano Plomazo -BAFICI (2)

Concluyó la doceava edición del BAFICI, ese festival que se lleva a cabo en no-lugares y que parece el gran ausente de sí mismo pero, que experiencia…

El frió miércoles en que concurrí a ver Brummer Summer –Verano Plomazo- de Zach Weintraub.Iba sin saber como funcionaba este festival. Al llegar a la zona del abasto, que por ser día de semana estaba bastante vacía, percibí el dejo de tristeza que todavía emana ese corpulento edificio, que antes acogió a verduleros y tangueros, por igual.
Adentro el clima era diferente: montones de chicas con identificaciones y remeras del festival, casi diría que superaban en número a los espectadores.
Al ingresar a la sala me asombré, pero entonces recordé que el ticket me había costado 8 pesos, y si bien muchos de los que colmaban la sala no tenían cara de estudiantes, se veía en todos ellos la gran expectativa con la que cargaban.
Primeramente alguien -nunca se identifico- tomó el micrófono y cito la película nombrada, el porque de su elección –arguyó que era parte del nuevo cine independiente americano, y que tenia los tres ejes clásicos de este genero: el verano, el amor y la adolescencia-, y finalmente presentó a su director que lucía un feo sweater marrón y descolorido. Podría haber sido un jugador de básquet, pero era el director de la película, y sabía hablar español, para ello empleo todos sus conocimientos y finalmente dijo:

-ole, mi nombra es Zach…. Y no tenga que decir, tenga nada, solo watch the movie.

La película resultó más que interesante. Filmada en blanco y negro recurriendo constantemente a planos detalle, muy cerrados y centrados en los personajes más que en el paisaje; casi todo el tiempo los planos aparecían desenfocados y el personaje era lo único que restaba en foco, excepto cuando abandonaba su posición, la cámara seguía fija –como casi todos los planos que la película presentaba- y el desenfoque también persistía.
Como todo cine independiente uno esperaba este tipo de recursos, así también como la música que solo se introducía cuando alguien tocaba una guitarra, prendía una radio o acudía a un recital.
Tiene momentos muy interesantes, y justamente la utilización de planos cerrados da a las escenas de sexo un tinte muy verosímil.
El argumento quizás es lo más pobre de esta producción que aún así, en mi opinión, valió la pena ver. La historia trata sobre el verano decepcionante que un estudiante de secundaria, Ben, vive y las similitudes con las historias amorosas de su hermano con el que junto a su ex novia emprenden un corto e infructuoso viaje.
Al terminar la mecánica del festival para las películas en competencia siguió su curso normal.
Ahí fue que por comentarios y por mi aguzada vista –uff- me enteré de que el director actuaba como coprotagonista, haciendo el papel del hermano. Claro, como no iba a notarlo si hasta en la película usaba el horrendo sweater marrón…
Lo peor –o lo mejor- fue la ronda de preguntas.
Fueron pocas pero una apuntó a los recursos estilísticos: el porqué usaba la cámara desenfocada en la mayoría de las tomas.
Estaba ansioso por la respuesta, me imaginaba múltiples justificaciones, pero la principal que la cámara seguía al protagonista en momentos claves, y que cuando este se salía de su centro todo se distorsionaba…
Sin embargo el bueno de Zach contestó:

-Because it´s cool.

Merito aparte el traductor. Si, al final no sabía tanto español como había dicho el presentador del BAFICI. Y lo peor es que el traductor acortaba el discurso del gran director.

Experiencias del BAFICI… a movie…

lunes, 19 de abril de 2010

¿Qué te pasa Buenos Aires?

"Ey! ¿Que te pasa Buenos Aires?" No es la tecno ni el rock, son piedras del tamaño de un coco impactando contra los autos y las personas.
En cuestión de minutos la ciudad se metió para adentro, se guardó, y la tarde movida del domingo que reinaba en shoppings, cafés, y demás, quedó sepultada bajo una pila de inmensos granizos, que acompañados por una leve lluvia, dejaron en claro que los cambios, sobretodo los climáticos, están a la orden del día.
Cambios en el clima, en la atmosfera... también en la atmosfera política. Mientras militantes de "pensamientos ajenos" sostienen pancartas con las imágenes alteradas de periodistas críticos al gobierno -un billete emula una mordaza sobre su rostro y se insinúa que el medio les paga para atacar al oficialismo- nuestra presidenta asiste, y además oficia como una de los dos exponentes- a los actos celebratorios de la independencia Venezolana... independencia que hoy el pueblo Venezolano no tiene: su capacidad de informarse, y por consiguiente su opinión dependen de los medios fanáticos de Hugo Chávez Frías.
Si hacia allí nos encaminamos ahora entiendo el porque del granizo... ¿castigo de dios? o ¿un inútil intento de despejarnos las ideas?

lunes, 12 de abril de 2010

BAFICI

Duodécima edición del BAFICI (Buenos Aires Festival Internacional de Cine Independiente). Una nueva oportunidad de acercarse a películas que muy posiblemente no lleguen a la cartelera de los cines comerciales. Aunque hablando de posibilidades, sólo llegan los que saben.
Filosóficamente este es el festival invisible, puesto que a pesar de contar con un meeting point y que el diseño, la cartelería y los sponsors tienden a unificar las diferentes salas (11), no se ha conseguido aún que esto no parezca más que un rejunte barato de películas de directores sólo conocidos –salvo raras excepciones-, por los cinéfilos.
Claro, es cine independiente. Pero ello no debería ser sinónimo de anonimato o excentricidad.
Por otro lado, el mismo Ministro de Cultura de Buenos Aires, Hernán Lombardi, circunscribió este festival al disfrute que podrán hacer un porcentaje –en mi opinión mínimo-, de los potenciales espectadores: “Bafici proyecta hacia el futuro: exhibe, amplifica, y potencia nuevos lenguajes, nuevos formatos y nuevas formas de comunicación visual que los porteños podemos disfrutar (…)”
Y el resto queda afuera.
Como todo aquello que logra instituirse y forja una tradición, el Bafici hace recortes. Pero esos recortes son excesivos.
Viva la entrada barata.
Viva la convivencia de películas nacionales con extranjeras.
Viva la constancia de un festival de cine de nivel internacional…
Pero abajo la limitación de este festival para cinéfilos.
Abajo la escasa cantidad de funciones para ciertas películas a las que solo llegan quienes tienen tarjeta de crédito o tiempo suficiente como para perder un día haciendo una fila.
Abajo la circunscripción de este festival sólo para porteños.
El cine existe más allá de Buenos Aires, así lo demuestra el documental El Ambulante de Eduardo de la Serna, Lucas Marcheggiano y Adriana Yurcovich, que participa de la competencia internacional; allí se retrata la labor de un realizador cinematográfico, autodidacta, nómade y no académico que recorre los pueblos del interior realizando películas de bajo costo a cambio de comida y alojamiento, pero esencialmente, por amor al oficio. Un artesano diario.
Es difícil bucear entre la enorme cantidad de películas que hay, y más dadas las limitaciones que esta docena de festivales opone a quién se interesa por el por primera vez. Será necesario aprender para la próxima edición que anticiparse es un gran valor. Sobretodo cuando las entradas cuestan entre 8 y 10 pesos (gran merito del festival).
Por mi parte el miércoles tengo una cita: Brummer Summer de Zach Weintraub, no es la película que yo deseaba ver, pero suena atractiva.



http://www.bafici.gov.ar/home10/web/es/index.html

viernes, 2 de abril de 2010

La Teta Asustada (2009), de Claudia Llosa, con Magaly Solier y Susy Sanchez

Mezcla rara de costumbrismo y realismo mágico, esta película repasa la vida de una joven ensimismada que vive en un desdichado poblado de montaña en la Perú post-dictadura, y que sufre los efectos que esta dejó.
Su tristeza explicada míticamente por “la teta asustada”, pero fruto en realidad de una familia con lazos endebles, trastocados fundamentalmente por la pobreza extrema, que la película elige mostrar sin dar un juicio directo, como si esa pobreza fuera menos triste de lo que parece, como si fuera un espectáculo pintoresco y autóctono para los ojos del turista.
La repentina muerte de su madre la llevara a buscar trabajo como sirvienta en la casa de una adinerada, donde en sus ratos libres se someterá al estereotipo de la empleada domestica que mira telenovelas: El mundo de las telenovelas para subyugarla, arrinconándola al mundo crónico de la falta de cariño, sueños y esperanza; a la falta de dinero, gran valor que mueve todo el mundo.
El trato con su empleadora será por momentos intrigante, para finalmente recordarnos que la relación verticalista ubica a una como esclava y a la otra como poseedora incuestionable y fría. Un pacto entre ambas (una perla de un collar por una canción nativa) será el eje de esa relación, pero:
¿para que quiere ella una pepita? ¿para que querrá ella un collar?

En cuanto al pueblo de montaña, en esa pobreza extrema se aferran a los pocos ritos que les quedan, esos en donde lo poco que se les permite soñar parece hacerse real; quizás no de la forma que ellos imaginaban, pero por unos momentos se materializan, y el sudor y la explotación que viven y padecen el resto del año son olvidados momentáneamente.
El barrio polvoriento de casas de chapa y madera parece por unos minutos convertirse en un barrio de clase media como el que les gustaría habitar, a donde les gustaría salir, y del que seguramente gente de clase media, en un cine de clase media, los observa y se espanta, se enternece o retuerce en su butaca, pensando en la desprotección y el olvido total en que viven esas personas, como si no lo fueran, como si no fueran parte del país prospero que todos los días los gobernantes proclaman desde sus estrados en portentosos discursos cargados de pasión.

¿Por qué atacar a los políticos? Porque le mienten al pueblo, en sus discursos platean un país con una pobreza que no llega a ser indigente, una “pobreza menor”, pero esa no es la realidad; ellos nunca han andado por calles de tierra, mirando casas sin techo, con las paredes quebradas, sin cloacas, con perros sarnosos corriendo por entre los pastos altos y niños míseramente arropados con la boca desencajada por el hambre de días.

La imagen más desoladora: Cuando Fausta, la protagonista, pide llorando “que me la saquen”. Frase ambigua que puede ser descifrada de varias formas pero que en el contexto general de la película lleva al espectador a preguntarse: ¿Cómo extirpar la tristeza de un corazón joven? ¿Cómo llenar de felicidad el espacio que ocupa la desesperanza en un pueblo? ¿Qué clase de vida es posible para ellos?