sábado, 29 de mayo de 2010

TBA...

El viernes al mediodía, regresando de mi jornada universitaria, tomé como siempre el tren línea mitre. Generalmente es difícil conseguir asiento, inclusive en la terminal de retiro, pero a poco de caminar sobre la formación divisé a lo lejos tres lugares vacíos. Al aproximarme me sobresalté. No fue mi vista sino mi olfato el sentido que se alteró..
Disperso en el suelo, un tapiz de vomito hediondo disuadía a quien quisiera sentarse, sólo un pasajero, que se había tapado la cara con su pullover como un piquetero, se atrevía a semejante hazaña.
Seguí caminando y por dos vagones más el olor me acompañó como un saco pestilente.
Al llegar a la cabecera divisé un guarda de la empresa al que acudí, con cierta curiosidad, para descubrir cual sería su respuesta al comentarle mi “descubrimiento”.
Claro, le dije que dos vagones más atrás había vomito dispersado por el suelo y que el olor traumaba el viaje de los ocupantes. Su contestación fue “ah bueno”, y su accionar, ninguno.
Desilusionado me acomodé contra una pared del vagón y mientras miraba al guarda me acordé de esa frase popular que dice que los ciudadanos que utilizamos el transporte público “viajamos como ganado”. No me pareció tan lejana. Uno de los nuestros había expelido un fluido entre los demás y el viaje debía hacerse aún a pesar de eso…

lunes, 10 de mayo de 2010

Derechos Humanos... con K...

Estaba leyendo el cronograma de los festejos que se realizaran este mes por el bicentenario y en un párrafo me extrañó mucho encontrar esto:

"Además de la Feria de las Provincias se prevén Postas Temáticas, espacios de interacción con la gente dedicados a la discusión y reflexión de grandes temas como son: Trabajo y Producción, los Derechos Humkanos..."


¿Simple descuido o travesura hacker?

www.bicentenario.argentina.ar/es/noticias/la-presidenta-encabezara-los-actos-centrales-del-bicentenario-73.php

lunes, 3 de mayo de 2010

Viajando en tren

Yo lo apodé “El Chayanne ferroviariario”. En un afán anacrónico circula por los pasillos sucios de la formación picando boletos; vestido anacrónicamente, con camisa y chaleco azul decorado con arabescos, zapatos pulcramente lustrados y la anacrónica gorra. Tiene especial afecto por las mujeres y cada vez que observa a alguna con un bebe o un niño pequeño, eleva un poco la voz y pide amablemente un asiento.
También toca su silbato antes de cerrar las puertas del tren, como solían hacer los guardas mucho tiempo atrás.
Ya lo había visto antes, pero recién hoy reparé en él. Me pregunté como es posible que sus compañeros hayan dejado de pedir los boletos, hayan optado por vestirse de manera informal, con jean, zapatillas y un sweater con el logo de la empresa, y sin gorra, y él, sin embargo continúe usando su uniforme
¿O será que una mañana se levantó y se dio cuenta de que no debía ceder ni un paso más al tiempo, al olvido de las costumbres y los personajes públicos?
Seguro, a paso firme y con educación, avanza cumpliendo con una tarea que cayó en desuso, que pareciera innecesaria y molesta, y por eso mismo vergonzosa.
No canta, pero con su trabajo conquista, porque persiste en mantener vivo un personaje que parecía extinto. Se reivindica con el ejercicio digno de la profesión que a otros pareciera avergonzar, y evita el olvido, ancla el pasado al futuro.
Así, este guarda de rasgos centroamericanos se destaca nada menos que por su trabajo; los pasillos de tren son su escenario desde el cual maravilla e ilustra, contagiando modales y virtudes a todos los que lo miran asombrados cuando les solicita el boleto.
El “Chayanne ferroviario” sabe que se gana el respeto sin exigirlo. Sabe que las mujeres lo aprecian porque tiene valores y porque las trata educadamente porque es parte de su trabajo, como el del cantante es cantar. Y a los hombres -maridos, hijos y demás- no los deja de lado, igual respeto les brinda.
Quién sabe que habrá realmente detrás de su seguridad.