jueves, 28 de octubre de 2010

Respeto y silencio

Que se llame al silencio ante la muerte de alguien no es por mero capricho. El mundo en el que vivimos es anciano y en sus miles de años de existencia ha ido acumulando cierta sabiduría, no popular sino universal, que flota en el aire como un perfume sapiencial.
Cuando hay pérdida hay dolor. También hay hipocresía y ajusticiamiento. Las pasiones humanas son inexplicables y así como una persona tiene motivos muy personales, y muy ciertos, para estar a favor de una cosa, puede que otro tengo motivos igual de valiosos para expresar lo contrario.
Pero lo importante no es lo que nos diferencia, sino lo que debería hermanarnos. Ante la muerte de un presidente o ante una perdida personal.
De un lado como del otro, salvo algunas excepciones hubo silencio y respeto. Eso es justamente lo que estaba faltando. Es cierto que con Kirchner volvió el debate, pero también surgió la intolerancia y la falta de respeto. Es cierto que su gobierno tuvo logros nacionales e internacionales, pero también es cierto que como rey absolutista se subió a la sima de su castillo y negó la posibilidad de ser preguntado y repreguntado, criticado y contrariado.
Hoy, como en el funeral del ex presidente Raúl Alfonsín, es visible que eso que hace rato se perdió, el respeto, vuelve a expresarse en nuestras acciones. Es lamentable que necesitemos que alguien muera para que surja el respeto por el otro. Y además es visible que así como muchos festejaron inhumanamente el deceso, y otros aprovecharon para insultar en nombre de la patria K, probablemente la semana que viene vuelva el mismo ritmo político. El mismo ritmo al fin.
La intolerancia de un lado y del otro. Esa misma que critica los titulares “empresariales” y “oportunistas” de clarín pero que no tiene el menor reparo a la hora de llamar “traidor” al vicepresidente.
Ese será el próximo desafío: ver si esa ala progresista que llora la muerte de su líder mañana tiene el valor de frenar el juego autoritario que ha sostenido con vehemencia este ultimo tiempo, y pacificar, por el bien de la nación y por el bien del pueblo.
Mientras tanto. El silencio, frente a tanta cosa dicha, sería la mejor vía para un episodio que no merece escenificación ni carátula.