lunes, 1 de noviembre de 2010

Ni olvido...

Pasados los días de duelo es de reflexión y aclaración de conceptos. Quién murió no fue mártir ni ídolo. Simplemente un presidente más que tuvo buenos aciertos pero también grandes errores. Sin embargo estos días, y es entendible que como se acostumbra la muerte tape ciertas manchas - por decoro o por simple tradición humana-, sólo se han escuchado virtudes de Néstor Kirchner.
Pero ¿Alguien olvida el papelón diplomático de las papeleras uruguayas? ¿La inexplicable visita de Antonini Wilson a la Casa Rosada con una valija repleta de dólares? ¿Los constantes beneficios a empresas de amigos vinculados con el gobierno? ¿Skanka? ¿La procesión de carteles con gigantografías de periodistas cual marcha con estandartes nazis? ¿Y la más reciente y curiosa razón para impedir el aumento del 82% móvil a los jubilados porque según ellos además de no tener fondos agranda la brecha entre unos y otros abuelos?
Si, fue un gobierno que reactivó la militancia, pero a costo de volverla autoritaria y violenta. O sos Kirchnerista o sos gorila. Si, fue un gobierno popular escuchando la voz del pueblo y atendiendo sus demandas, pero también se calló la boca ante todos los piquetes que hubo sin importar si ello complicaba el día de un argentino que iba a su trabajo para “ayudar en el crecimiento del país”, de un padre que quería llegar con sus hijos al colegio o de una ambulancia que llevaba una persona en grave estado de salud.
Errónea también es la versión que circuló por algunos medios de que este episodio tiene cierta similitud con el último gobierno de Perón que dejó a “Isabelita” en el poder. Cristina es una mujer que está en la política hace tiempo y uno supone es capaz. Pero lo cierto es que la figura de su marido siempre estuvo presente, y era él y no ella quién sostenía el armazón del poder con que el oficialismo gobernaba: por eso sus constantes reuniones con gobernadores e intendentes “K” para negociar el envío de fondos en base a su lealtad, y por eso su forcejeo con Moyano.
Y otra diferencia más. Perón murió pero antes alcanzó a enmendar ciertos errores que su pasión política verbalizaron. Dejó de lado su famosa frase “para un peronista no hay nada mejor que otro peronista” que mutó en “para un argentino no hay nada mejor que otro argentino”: reconoció en Balbín a un rival, pero también a un coterráneo, a un compañero más, porque así se llevan las cosas, sin divisiones, sin enemistades y sin cantos populares violentos.
Kirchner dividió a los argentinos y no sabemos si en algún momento esto le pesó o creyó que estaba haciendo lo correcto. La duda y su muerte obran a favor de él y hay que respetarlo. Pero el problema son los que aquí quedan. Esos que lo endiosan y que creen en sus palabras como la biblia, que no reconocen errores e idolatrándolo lo ponen en un pedestal, enfrentado a todo aquel que no sea kirchnerista, peronista, o que calle pasivamente ante las verdades parciales…

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