sábado, 29 de mayo de 2010

TBA...

El viernes al mediodía, regresando de mi jornada universitaria, tomé como siempre el tren línea mitre. Generalmente es difícil conseguir asiento, inclusive en la terminal de retiro, pero a poco de caminar sobre la formación divisé a lo lejos tres lugares vacíos. Al aproximarme me sobresalté. No fue mi vista sino mi olfato el sentido que se alteró..
Disperso en el suelo, un tapiz de vomito hediondo disuadía a quien quisiera sentarse, sólo un pasajero, que se había tapado la cara con su pullover como un piquetero, se atrevía a semejante hazaña.
Seguí caminando y por dos vagones más el olor me acompañó como un saco pestilente.
Al llegar a la cabecera divisé un guarda de la empresa al que acudí, con cierta curiosidad, para descubrir cual sería su respuesta al comentarle mi “descubrimiento”.
Claro, le dije que dos vagones más atrás había vomito dispersado por el suelo y que el olor traumaba el viaje de los ocupantes. Su contestación fue “ah bueno”, y su accionar, ninguno.
Desilusionado me acomodé contra una pared del vagón y mientras miraba al guarda me acordé de esa frase popular que dice que los ciudadanos que utilizamos el transporte público “viajamos como ganado”. No me pareció tan lejana. Uno de los nuestros había expelido un fluido entre los demás y el viaje debía hacerse aún a pesar de eso…

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