miércoles, 24 de marzo de 2010

24 de marzo

Releyendo una polémica político-literaria sobre la confrontación que se dio en la Argentina de los años 70 vuelvo a reflexionar, y esta vez sobre la base de argumentos identificables de personas con nombre y apellido que debaten sobre el papel de cada uno de los actores sociales participantes de aquellos años.
En una carta a una revista de izquierda Oscar del Barco hace público su arrepentimiento por las muertes perpetradas por una organización armada en la que él participo.
Primeramente se me ocurre preguntarme ¿es una actitud hipócrita? ¿permanece valida aún cuando el tiempo al que se refiere esté distante? ¿se asume como responsable para culparse a sí mismo y redimirse o para culpar explícitamente a los otros?
Lo importante de su carta, me parece, es que primeramente muestra el arrepentimiento –cierto o no- de alguien que estuvo en lo que la mayoría piensa –justa o injustamente- como el “bando de los buenos”, el “bando de los mártires”.
La carta de Oscar del Barco remite a un principio bíblico pero que también tiene su paralelo en la filosofía natural: no mataras. Oscar dice: “el principio que funda toda comunidad es no matarás (…) cada hombre es todos los hombres”.
Esto es cierto, la conformación de comunidades, de sociedades estables, se sabe, se logró sobre la base de la paz social. Los territorios-estado se unificaron cuando las guerras entre regiones cesaron, cuando la paz fue posible entre los que son distintos y están afuera, pero también con las diferencias al interior de esa comunidad. Basta pensar en los conflictos étnicos en medio oriente: la ausencia de paz social, la constante carrera por la muerte que siguen unos y otros dilata la paz, por ende la vida y la convivencia, y el progreso.
Es por eso, que más allá de las formas, el matar no puede ser avalado, y la reinvindiación de la muerte –o la ausencia de condena a esta- tampoco,
“mientras no asumamos la responsabilidad de reconocer el crimen, el crimen sigue vigente”, dice Oscar y agrega: “el asesinato, lo haga quien lo haga, es siempre lo mismo. Lo que no es lo mismo es la muerte ocasionada por la tortura, el dolor intencional, la sevicia”.

Agrego a lo dicho por Oscar el hecho de que gran parte de los jóvenes que participaron en esas agrupaciones militares o que coinciden ideológicamente con ellas hoy gobiernan la Argentina; lo paradójico es que ese grupo luego llegó al poder pero legalizó sólo una parte, no actuó idealmente. Se espera que quienes representan al pueblo actúen idealmente, desvinculándose de sus motivaciones personales, porque las motivaciones personales fueron las que llevaron a los militares a sobrepasarse en la facultades del cargo que detentaron inconstitucionalmente.

Hay una necesidad de desprenderse de las figuras lavadas y cómodas que el escenario político personificó e iluminó con hipocresía.
Todos en tanto humanos somos buenos Y MALOS, también.
Aún cuando idealmente no existe censura previa existe una “censura por origen”, una censura al momento de enunciación, un jurado espontáneo –moral- que desvaloriza la opinión ajena y fundamentalmente opuesta. Existe censura.

La violencia -la muerte como su máxima expresión- en tanto instrumento para defender la vida… si. Pero justificar la muerte NO.
“He matado y pido perdón”. Nadie esta habilitado para matar pero confesarlo y mostrar arrepentimiento es demostrar grandeza: humanidad. Es reconocer que no es la vía correcta para justificar el mundo, es apelar a la comunidad y re-unirla para que exista continuidad, y no seamos un conjunto de personas con ideas dispares que habitan el mismo territorio con una espada afilada en el cinturón.

Fuera de todo esto, a nivel personal, y más allá de las reflexiones personales que sucintó la lectura de esas cartas creo que la condena a los represores es justa porque no sólo mataron, sino que también torturaron, hicieron desaparecer, robaron niños y además -hechos que en los últimos años se olvidan por centrarse en la polémica antes mencionada-, ocuparon el poder ilegalmente y destrozaron la economía y la cultura Argentina, provocando efectos desastrosos.
Aún así espero que como el señor Del Barco, todos aquellos que tuvieron algo que ver en algún momento hagan publico su arrepentimiento de responder a la violencia con violencia y que no se siga censurando a la gente, o motivando la omisión de su opinión, sólo porque no opine como ellos.

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